
En mi vida he pasado más frío que en París, una vez esperando a un grupo de amigos en las inmediaciones de Notre Dame, para ir a cenar.
Fuimos al Barrio Latino, menos mal que mereció la pena me gustó su ambiente bohemio y la cena estuvo bien.
La otra, también esperando a otra gente en Los Inválidos, un amigo y yo estábamos al borde de la congelación, nos metimos en un café y pedimos un chocolate calentito, fue el chocolate que mejor me supo de toda mi vida.
Este también fue un viaje rápido, así de rápido:
Centro Pompidue

El Centro Pompidue es un edificio muy original, parece que estuviera con las "tripas" fuera, a la vista: escaleras, tuberías, ascensores, etc.
En su interior obras de Picasso y Miró, entre otros. No entramos por falta de tiempo.

Torre Eiffel, subimos sólo hasta el segundo nivel, daba pánico, parecía que se iba a caer, se balanceaba a un lado y a otro, pero las vistas de París desde allí, eran espectaculares.
Como se puede ver en esa foto, ¿o no?, de este viaje hace ya bastante tiempo, os dejo el acertijo, sólo tenéis que echar la cuenta con los numeritos de la torre.
Un paseo por la avenida de los Campos Elíseos, entramos en una gran perfumería que tenía expuestos miles de cosméticos de todas clases y colorines, sólo pasamos por curiosidad, era muy vistosa. Al final el Arco del Triunfo.
Montmartre

Montmartre, mucho ambiente, pintores callejeros y turistas a montones.
Subida de escaleras hasta la iglesia del Sacré-Coeur, aunque la mejor vista es desde los jardines de abajo. ¡Uf!, que cansada estoy. Seguimos.

Museo d'Orsay, aquí un respiro, precioso edificio que fue una estación de tren hasta 1939.
Entramos pero no pude verlo entero, subimos al nivel superior dedicado al impresionismo, había obras maravillosas.
Paseo por la plaza de la Concordia, mercado de flores y pájaros, muy colorido y vistoso. Y corre que te corre, visitamos otros lugares.

Molino Rojo, en una calle de tiendas con curiosos "chismes" y lencería muy ¡sexi!, puertas por las que te invitaban a entrar... todo muy, muy erótico.
¡Ah!, se me olvidaba, El Louvre, estuvimos en La Pirámide, nos hicimos fotos, pero no entramos al museo, ¿será pecado estar en París y no ver El Louvre? ¡Oh!, lá, lá, otra vez será, no teníamos tiempo.
Fuimos a cenar a una fondue muy cutre, servían el vino en biberones con su tetina y todo para chupar ¡uf, qué asco!, yo la quité, pero había gente que no lo hacía, deberían querer recordar su infancia.

El local era oscuro, largo y estrecho, tenía sólo dos largas mesas a cada lado de aproximadamente 5 metros de largo por 60 centímetros de ancho, con dos bancos largos y estrechos por cada mesa. Después de esperar media hora, nos hicieron pasar, aparentemente no había sitio, nos quedamos mirando al camarero (se parecía al feo de los hermanos Calatrava, con perdón), como preguntando que dónde nos sentábamos, él nos dijo "ici", "ici" era un sitio para tres como mucho, y éramos seis; sin previo aviso, cogió por los hombros a un chico alto y fornido y lo empujó hacia un lado, yo me asusté, pensé que se iba a liar, pero ¡qué va!, el chico volvió la cabeza, le miró impasible y siguió cenando. Ya nos había colocado a cuatro, faltaban otros dos, otra vez le miramos preguntando y nos señaló al otro lado de la mesa, imposible pasar, volvimos a mirarle y nos indicó, por señas, que lo hiciéramos por encima de la mesa, pensamos que estaba de broma, pero de nuevo, no. Así que se subieron a la mesa, sorteando fondus, biberones, pinchos, etc. hasta llegar al otro lado, no penséis que la gente se alarmó, ni mucho menos, siguieron comiendo tan tranquilos, debían ser clientes y esa una táctica habitual.
Esto fue lo más divertido del viaje.
París también es muy bonito, está repleto de bellezas, es muy romántico, pero... me quedo con Praga.