Esto no será una lección de historia de Rusia, para eso están los libros e Internet que informan de maravilla, sólo contaré algo de mi viaje y pondré alguna fotografía.
Después de casi cinco horas de vuelo, cuando ya estábamos dispuestos a salir del avión, una voz nos dice que no nos levantemos de los asientos, ya que las autoridades sanitarias rusas solicitan hacernos un reconocimiento médico, yo no daba crédito, por un lado me entró la risa, pero por otro temía que por cualquier tontería, una tos, un estornudo, nos llevasen al hospital a pasar los cinco días de turismo, también me preguntaba en qué consistiría el reconocimiento. A los pocos minutos apareció una señora, de gran envergadura, con una mascarilla y un aparato en la mano parecido a una pistola, se dirigió hacia nosotros, no por nada en especial, sino porque ocupábamos los últimos asientos, nos apuntó con la "pistola" hacia el oído, por ella salía un punto rojo (láser) medidor de la temperatura, por fortuna todos los pasajeros pasamos con éxito el reconocimiento. No pensaba que era tanta la psicosis que tenían los rusos.

Panorámica de Moscú desde la habitación del hotel

Monumento a Pedro el Grande desde el río Moscova
Fotos de un rápido paseo por el Kremlin..., y alguna más.

Murallas y panorámica del Kremlin desde el río

Monumento al soldado desconocido

Catedral de la Asunción

Catedral de San Miguel Arcángel, en primer plano la torre de Iván el Grande, podía haber hecho una foto algo mejor, aunque sólo fuese en honor a mi hijo, que se llama así, y también es grande, pero no me salió muy bien, me refiero a la foto, mi hijo me salió estupendamente, qué va a decir su madre.

Catedral de la Anunciación

Cañón de Iván el Terrible, por suerte nunca fue disparado.

Catedral de Cristo Redentor, desde el río Moscova
Y continuando el paseo por los alrededores encontramos esta mini-noria "manual", tiene su gracia, y más aún, cuando la persona que estaba subida en ella, en la parte posterior, ya había superado la veintena.

Hay estaciones de metro preciosas, nosotros, aunque pasamos mucho tiempo en él, no vimos las más bonitas, pero me llamó la atención su profundidad, algunas están a 80 metros, yo, subiendo estas escaleras, lo único que pensaba era, por favor, que no se estropeen.
También la velocidad del metro es increíble, alcanza hasta 80 kilómetros por hora.
Y qué decir de los carteles indicadores con las estaciones, todas en cirílico, un verdadero lío.

Esto es todo por hoy, otro día daremos un paseo por la Plaza Roja, puedes estar un día entero paseando por ella y seguro que te queda algún detalle por ver.